No hay fiesta en esta Península que no tenga sus fuegos artificiales o pirotécnicos, aunque son dos conceptos no totalmente asimilables, inventados por la vieja China.
Puede ser que en los periodos mas antiguos neolíticos, alrededor de las brasas y de los fuegos, en las fiestas, dónde se reunían, posiblemente sean los antecedentes de estas realidades.
La invención o el descubrimiento o el aprovechamiento del fuego, en la prehistoria, que debió de ser, una invención sucesiva o aplicación sucesiva, en miles de años, porque no es lo mismo recoger una rama ardiendo de un fuego natural producido por un rayo, que realizar el fuego con dos piedras al chocar, o con dos trozos de madera al rozarlos a gran velocidad. El mismo fuego tiene diversidad de invenciones y descubrimientos a lo largo del tiempo…
A la salida del invierno, era tradicional en la cultura popular, por diversidad de sentidos que nos indican los antropólogos, que se quemaban cosas viejas, quizás, formas seculares de purificación y también de sanidad. Quizás, el largo invierno, las casas, no olvidemos, no existían cristales, con lo cual, tendrían más frío y estar más cerradas con maderas las ventanas, podrían ser potencialmente mas propensas a todo tipos de insectos y siempre peligros de plagas y enfermedades…
Olvidamos que los seres humanos, llevan milenios, intentando vivir y sobrevivir, existir y sobreexistir. Ambas realidades es desde la mañana a la noche la obsesión y pulsión y necesidad más profunda y más esencial. Diríamos, que todo lo demás, toda la economía y toda la política, todos los saberes, toda la literatura y todas las artes, tienen como núcleo esencial que los humanos sean capaces de vivir y sobrevivir, de ser y de estar, de re-ser y re-estar y sobre-ser y sobre-estar. Todo son pequeños conceptos y pequeñas prácticas para vivir y sobrevivir.
Los fuegos artificiales, ahora, condicionados esencialmente, a las fiestas patronales de cada pueblo, es la alegría de los niños. Esos colores que brillan por el azul de la noche del cielo. Esas formas que conforman esas realidades. Es un arte y una técnica y una tecnología y un oficio. Como todo saber, tiene una combinación de otros saberes, ahora, diríamos, ciencia, y, ahora, tecnología, antes experiencia y cálculos, que se pasaban los maestros a los discípulos. La evolución del aprendizaje de todos los oficios y profesiones durante siglos y siglos y siglos...
Ahora, según tengo noticias, esos juegos o bailes o danzas de fuegos de calor y luces y colores y truenos y ruidos, son sinfonías de elementos que se miran y remiran y admiran en lo alto, dirigidos por programas informáticos. De las pocas veces, que los humanos miran hacia arriba en estos momentos, pocos ya miran las nubes, pocos miran los pájaros volando, pocos lo alto de los árboles, porque la tecnología de la industria nos obliga mirar hacia abajo, para no tener un accidente laboral o al andar, para cruzar la calle, para no tropezarte con otro ser humano, para no caerte en el suelo con un detritus de cánido…
En algunas fiestas patronales, cada día al anochecer o en la noche profunda, una empresa diversa lanza su sinfonía y orquesta de colores y ruidos y formas al aire cercano a las nubes. Y, después se otorgan premios. Esos premios, inventados por los griegos, pero quizás, como todo tenga orígenes anteriores. Esos premios para favorecer, en definitiva, que todo vaya cambiando y vaya evolucionando y vaya progresando y vayamos viviendo y vayamos sonriendo…
Nada hay como mirar y admirar, el rostro de un niño o una niña pequeña, con su boquita medio abierta, con sus ojos como soles hambrientos de lo que percibe, con un poco de miedo en su rostro por los ruidos. Esa experiencia y vivencia que ese niño está sufriendo, esa experiencia buena y positiva, esa interrelación de conexiones neuronales, que se relacionarán y que desconocemos… Ese todo, que quizás, como no nos cuesta dinero de forma directa, sino indirecta, sea una de las experiencias profundas que todo ser humano siente en edades tempranas –evidentemente, si tiene acceso a ellas-.
Todo esto, y, más cosas, que no puedo y debo insertar en un artículo de ochocientas palabras, me recordaba al leer una columna del genial Julio Camba, titulado El arte pirotécnico, publicada en El Sol del dos de septiembre de 1924.
Podría haber escrito y redactado y publicado esta columna, sin el anterior párrafo citando a Camba, como tantos hacen con otros, pero pienso que es bueno que usted estimado lector/a sea consciente que existe una tradición en el columnismo hispánico, que existen autores y autoras de gran renombre, como Camba por ejemplo, que hace un siglo, ya alguien, se percató, de la importancia del arte de la pirotecnia, que seamos conscientes que la cultura humana es una masa en evolución, que ya el artículo de referencia va a hacer un siglo, que hay que ser agradecidos con los que nos han precedido en este trozo de aire y nube y sol…
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Fin artículo 3.862º: “Fuegos artificiales y pirotecnia y Camba”.