
TRAS LAS ELECCIONES, OBSERVAMOS UN EMPATE TÉCNICO ENTRE LOS DOS BLOQUES, MAL LLAMADOS DE DERECHAS E IZQUIERDAS.
De la inmadurez democrática de un país llamado España. Por JUAN JOSÉ LÓPEZ LORENZO
Tras la resaca de las pasadas elecciones generales del 23-J, el panorama político español vuelve a representar el nudo gordiano enmarañado que tan familiar nos es identificar en esta España nuestra, disociada, enferma de desunión, egoísmos y tensiones interterritoriales.
Si analizamos el resultado de tales elecciones, observamos un empate técnico entre los dos bloques, mal llamados de derechas e izquierdas. Sin embargo, existe una ligera ventaja a favor del PSOE para hacerse una vez más con el gobierno, a través de los apoyos estratégicos de coalición. Apoyos y coaliciones que presumiblemente obtendrán, como mercaderes paganos ante el templo donde reposa la soberanía nacional. Apoyos y coaliciones de las fuerzas minoritarias del país, que atentan torpedeando una y otra vez el proyecto común de esa España basada en el Principio de Solidaridad interregional y, de paso, si cabe, minar y desnaturalizar una de las naciones más longevas e influyentes con su legado de la historia mundial.
Estos apoyos, que son llave de gobernabilidad, poseen una significación digna de estudio, tanto desde el campo de la antropología, como desde el ámbito de la filosofía, la ética e incluso la moral.
¿Es posible que en un estado constituido de pleno derecho, pueda gobernar el que pierde las elecciones? ¿Es posible que en una supuesta plena democracia no se cumpla el propio significado etimológico de democracia, como gobierno del pueblo?
La respuesta es Sí, es posible. En España es posible. Y el origen de esta paradoja se encuentra en varios factores dignos de análisis y estudio:
1º Crisis de valores. Nos encontramos en una época en la que parece que Occidente ha perdido los valores que de manera imperativa regían las relaciones humanas (el honor, la lealtad, el sacrificio por un bien mayor colectivo, la palabra, la dignidad…etc). Se han volatilizado ante una nueva comprensión de las cosas que difumina cualquier axioma.
Ante tal panorama, ya no hay reproche para el inmoral. La realidad actual es líquida y los valores en boga, difusos y perdidos en el relativismo de la masa idiotizada por la demagogia, el ensimismamiento, el hedonismo y el nihilismo. En tiempos como estos, el impacto emocional a golpe de video-clip spielbergiano cotiza al alza entre el electorado-consumidor, y vende más que la suprema razón objetiva. Por lo tanto, de ahí puede salir cualquier resultado, el éxito es alcanzado por los más ávidos de retorcer la realidad con diversos juegos de ilusionismo y marketing a partes iguales y sin ningún ápice de escrúpulos. En estos terrenos difusos, donde el tahúr se viste con traje y corbata, destacan expertos en la supervivencia política. Un ejemplo claro es el actual presidente del Gobierno, Don Pedro Sánchez Pérez-Castejón que, revestido por una vanidad sin límites, aspira una vez más a ocupar la Moncloa. De todos es sabido que Sánchez no tiene principios, él tiene fines, y se agarrará al sillón cueste lo que le cueste al bien colectivo y al interés general. El filósofo renacentista Maquiavelo estaría orgulloso de este Príncipe sin principado, pero con más ambición que vergüenza.
2º Sistema de Coaliciones. Pero para propiciar la supervivencia y el triunfo del perdedor inmoral y falto de escrúpulos, hace falta un sistema amoral que aglutine un pandemonium de partidos minoritarios que le den su apoyo. Un sistema que posibilite que cualquier partido, aunque no sea constitucionalista, pueda, con un puñado de votos, decidir el futuro de una nación entera. Y este antidemocrático proceso se hace designando al gobernante, a cambio de ministerios inútiles y propagandísticos, o de más concesiones y privilegios territoriales, obtenidos, eso sí, mediante astuto chantaje nacionalista, cuando no abiertamente independentista que raya la coacción punitiva. Todo ello camuflado de un victimismo aberrante y decimonónico que esconde, por otra parte, un verdadero supremacismo económico y simuladamente cultural, y que es aderezado con una supuesta superioridad moral. Tal situación indeseada pero permitida reglamentariamente a causa de la disensión entre los grandes partidos, invertebra cada vez más a la maltratada España, dividiéndola en un país formado por diferentes reinos de taifas, desequilibrándola, debilitándola, discriminando territorios en detrimento de otros, desuniéndola y tensionándola, hasta el punto de que primen más los intereses autonómicos que los comunes y generales de la nación.
3º La Partidocracia-Plutocracia. Llegados a este punto y analizados los anteriores, parece más que obvio que no vivimos en una democracia pura, sino en una distorsión transfigurada de la soberanía del pueblo español y de su voluntad. La democracia ha sido arrebatada por un sistema de partidos que tienen como mantra, objetivo y finalidad exclusiva el poder y el control de la gobernabilidad del país. Todo ello, en un contexto mundial de libre mercado capitalista, siendo los gobernantes, a fin de cuentas, meros títeres sometidos a la plutocracia mundial y a las élites financieras que rigen el mundo desde la Revolución Francesa, en detrimento del pueblo soberano, del que son falsos empleados. En este contexto, nos encontramos, por tanto, en una lucha fraticida de partidos que roza el paroxismo, el sectarismo y el fanatismo. Tal es así que la pertenencia al partido o su militancia conlleva la sumisión gregaria, debiendo ser lo más importante el partido y que este gobierne cueste lo que cueste, debiendo ser lo segundo más importante la anulación del oponente político, y siendo la última de las prioridades que el gobierno gobierne para todos en equidad y en pos del bien común de la nación.
4º La Utopía. Es por lo tanto, que resulta utópico entender un gobierno de España formado por una gran coalición PP-PSOE. Una gran coalición que trabajase codo con codo por el bien común, a pesar de que es la voluntad intrínseca, y no admitida, de la gran mayoría de los ciudadanos cuando depositan su voto en las urnas, salvo, claro está, influjo de filias, fobias y prejuicios extremistas e irracionales. La gran mayoría de los ciudadanos desean buen gobierno, y sentirse gobernados por los suyos, quieren cooperación, colaboración, crítica constructiva, política en positivo y no de trinchera, racionalidad y no confrontación que no aporta nada. El perfil del elector español es moderado y huye de los extremismos, del caos, de la inseguridad, por lo que dicha coalición utópica sería la racionalmente más exitosa para el interés general y el buen gobierno, infinitamente mejor que el actual sistema de coaliciones, en que una parte importante del país se ve relegada ante el cinismo de los mercaderes del Congreso. Por lo tanto, si la utopía encontrara a la realidad democrática e idiosincrática del país en un estado de maduración óptimo para al menos el intento, se abrirían amplias posibilidades, todo ello dentro de un gran margen para encontrar consensos entre las posiciones más centristas, y siempre desde el espíritu del interés general, al servicio del pueblo, no del partido, ni de unos territorios específicos. Una gobernabilidad en positivo y racional.
5º La Realidad. Actualmente la derecha y la izquierda está más difuminadas que nunca por el establishment de las leyes de mercado, y nunca estuvieron tan cerca ideológicamente los grandes partidos del país, en una suerte de socialismo liberal. En consecuencia, ambos partidos comparten una hoja de ruta similar basada en el estado de derecho, el constitucionalismo, el libre mercado, o la Agenda 2030, y se parecen más entre ellos que las opciones en coalición que se encuentran en sus extremos. Representan el centro democrático y moderado. Sin embargo, parece ser que la influencia de un pasado con reverberaciones en la Guerra Fría entre los bloques liberales y socialistas pesan más en la ideología emocional que en la realidad racional y objetiva, como si fuera fruto del pecado original. Y parece que las dos posiciones, antaño antagonistas, no podrían gobernar juntas bajo un espíritu de cooperación ni en mil años. Sin embargo, esto ya ocurrió en países de nuestro entorno, como Alemania, con la coalición de los democratacristianos conservadores (CDU) y los socialdemocrátas (SPD) con óptimos resultados. Pero esto depende de la voluntad, y la voluntad depende de la evolución de un pueblo para unirse y desterrar el enfrentamiento bipolar y cainita de las dos viejas Españas, siempre enfrentadas. Por el momento falta altura de miras, humildad, unión, solidaridad, equidad, espíritu de compromiso, sacrificio por el bien colectivo y madurez democrática
Lo sensato una gran coalición. Los partidos ganadores comparten una hoja de ruta similar basada en el estado de derecho, el constitucionalismo, el libre mercado, o la Agenda 2030, y se parecen más entre ellos que las opciones en coalición que se encuentran en sus extremos.