¡Ojo al Cristo que es de Plata!
Según Pedro Brufau Curiel, Doctor en Derecho Administrativo, y como así ha recogido la doctrina española, el decreto ley es “toda norma con rango de Ley que emana, por vía de excepción, de un órgano que no tiene el poder legislativo, concretamente, el Gobierno o el Consejo de ministros.
El columnista, ante esta reciente práctica, eleva una pregunta: ¿Nos vamos a encontrar ante Rallies de Decretos-Leyes para renovar intereses de facciones con la doble lectura de mantenerse y gobernar?
El Art. 86 de la Constitución Española recoge entre otros supuestos esta fuente del Derecho en el Capítulo segundo (“De la elaboración de las leyes”)
“En caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar disposiciones legislativas provisionales que tomarán la forma de Decretos-leyes y que no podrán afectar al ordenamiento de las instituciones básicas del Estado, a los derechos, deberes y libertades de los ciudadanos regulados en el Título I”…………..
No obstante, lo anterior, la actividad legislativa vía decreto-ley ha sufrido una utilización calificada de abusiva por gran parte de la doctrina, aunque es sin duda un medio legítimo a priori para la novación y reforma del ordenamiento jurídico ante supuestos de premura e imprevistos, siempre y cuando no se traten de materias excluidas por la Constitución.
Las líneas anteriores pretenden introducir a los lectores una situación de hecho y eventuales riesgos posiblemente a cortos plazos los cuales comienzan a percibirse.
Recuérdese que, a partir de 2020, la presencia de Partidos emergentes, comenzaron a imponer un tipo de política mediante influencias de izquierdas trasnochadas, y que, a partir los resultados de las Elecciones de 2023, el Gobierno tuvo que buscar otras fórmulas alternativas de supervivencia en esta ocasión, a través de la mercadotecnia política ya anticipada en este Medio.
A lo anterior, se le añadieron “acuerdos” con el separatismo en los que nos encontramos envueltos.
El presente Artículo pretende contextualizar en opinión de este modesto columnista, el alcance de los riesgos a que posiblemente se vería abocada España, dentro de la actual Legislatura, y sobre todo, nos preguntaríamos: ¿ES ESTO EN LO QUE PRETENDEMOS CONVERTIRNOS?, dentro de un marco de incertidumbres y desasosiegos conocido.
O formulada la pegunta de manera distinta:
Como analista, soy lector habitual de medios internacionales como el Washington Post, una especie de opción de tomar el pulso al mundo occidental.
Como ya conocen, las próximas Elecciones en EE. UU tendrán lugar el próximo 5 de noviembre del presente año, y por aquello de que son los “amos de mundo”, hay que estar expectantes como van desarrollándose.
Ya conocen su sistema, el cual comienza con unas primarias en las cuales los propios partidos presentan a sus aspirantes a ser nominados a candidatos a la presidencia.
En IOWA, tuvo lugar la primera muestra del Partido Republicano (TRUMP), el cual, frente a otros tres candidatos del mismo Partido, obtuvo un 50% de los votos emitidos.
Dos columnistas políticos del Washington Post realizaron respectivamente dos preguntas a lo largo de este tiempo:
Karen Tumulty, se refería a las elecciones presidenciales de 2024, indagando ¿Son los estadounidenses el tipo de personas que devolverían a una persona con el historial de Donald Trump al cargo más poderoso del mundo?
Por otro lado, Ruth Marcus tiene en sus pensamientos de Año Nuevo al 45º presidente de los Estados Unidos y se pregunta: “¿Conocerán los votantes el veredicto de Trump antes de noviembre?
En esta ocasión me viene a la memoria, respecto a nuestra situación aquella frase de:
¡OJO AL CRISTO QUE ES DE PLATA!
El Diccionario de Autoridades de la Real Academia (1726-1739) comenta la frase como una expresión con la que se advierte a alguien que vigile una cosa «por el riesgo que hay de que la hurten»
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